La Petición

I don't belive!
Reclamóme el no haberle pedido formalmente la mano.
haciendo acopio de fuerzas, hinco la rodilla, tomo suave tierna y temblorosamente su mano, y con el corazón palpitando en la garganta logro esbozar una frase corta, pero asertiva "mi amor... quiere ud. estar siempre conmigo?"
Con expresión burlona en su rostro, ella responde:"¿sólo estar?"
Sabiendo que había equivocado las palabras y con mucho más nerviosismo, arremeto con un "¿quiere ser mi novia?"
Y ella, sabiéndose amada, sonríe y pregunta "¿sólo su novia?"
Replanteo entonces la pregunta, de rodillas aún, y balbuceo "quiere Ud. casarse y estar juntas en las buenas y en las malas, en las duras y las maduras, en el frio o el calor, en el..." me interrumpe abruptamente: "Sería bígama" y su risa estruendosa que aún retumba en mis oídos me recuerda dolorosamente que no es libre y que ese compromiso que reclamaba (y al que yo tan inocentemente accedí) ya había sido hecho con otra persona.
No sé como soporté, estoicamente creo, como logré que las lágrimas no asomaran en ese preciso instante.
El golpe acusó de inmediato y sentí como la presión arterial disminuia considerablemente. Comencé a sentir frío y una inmensa necesidad de escapar. Era como morir por dentro. El hielo de la verdad detuvo por una fracción de segundo mi corazón.
Ella tomó entoces mi rostro con ambas manos y sin dejar de sonreir, me besó con infinita ternura, y ¿por qué no decirlo? fue un beso lleno de amor. Pero nunca dijo: "Si, quiero".
Yo me alcé de la genuflexión. Respieré profundo y comenté una trivialidad. Salí de la estancia, di un par de vueltas inútiles y sin sentido en la habitación contigua y antes de dejar que las lágrimas rodaran por mi faz, me encerré en la oscuridad del cuarto de baño, permitiéndole al dolor y la decepción, a la rabia y a la impotencia, a los celos y a la amrgura, que reinaran en mi por unos momentos. Luego una tristeza enorme me invadió. Y rogue al cielo consuelo. Y yo, la atea, la incrédula, recé...y yo, la hija rebelde y malagradecida oré "Madre, dame tu abrazo es lo único que necesito hoy"
Unos minutos más tarde, ya estaba repuesta, con el torrente sanguíneo normal y la respiración pausada. Y salí, con la flema de una reina que abdica la corona en pos del bien común...
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